En los límites entre Michoacán y el Estado de México, se ha destacado recientemente una actividad, no solo por ser una fuente de empleo para las familias que ahí habitan, sino también, por producir un alimento con la calidad de un salmón, pero con menor huella de carbono: la crianza de trucha arcoíris.
La trucha arcoíris (Oncorhynchus mykiss) tiene ese peculiar nombre debido a que presenta una coloración distintiva a lo largo de su vida, misma que varía de acuerdo a algunos factores como su tamaño, grado de madurez o sexo. Otra de sus principales características es su condición libre de toxinas y contaminantes, ya que no puede estar mucho tiempo sin estar en agua limpia, oxigenada y corriente. Si alguna sustancia extraña estuviera presente en el agua, la trucha moriría.
El proceso de reproducción de la trucha se lleva a cabo una vez al año, en época de invierno, y lo hace por medio de huevos, que son expulsados del cuerpo de la trucha hembra y fecundados por el macho. La reproducción de estos peces es asistida y controlada para asegurar la supervivencia de las crías. Con el cultivo artificial, los peces de granja reciben una alimentación balanceada de acuerdo a su peso y a su etapa de desarrollo, misma que ayuda a lograr un crecimiento óptimo.
Su sabor suave permite a los cocineros y chefs alrededor de México una versatilidad en la preparación de este pescado: puede cocinarse ahumada, horneada, empapelada, al mojo de ajo o en ceviche, entre muchas otras preparaciones.
La trucha arcoíris tiene un bajo contenido calórico (100 gramos de trucha tiene apenas 3 gr. de grasa y menos de 90 calorías) y alto contenido de proteínas; es rica en ácidos grasos omega 3, vitamina B3 y fósforo, por lo que puede ser un complemento ideal para la alimentación de personas con un estilo de vida activo.
A lo largo de los años ha sido un reto social, cultural y económico la consolidación de la truticultura en México. Esta actividad fue una de las alternativas propuestas por la FAO para enfrentar y superar la pobreza alimentaria en el medio rural. La truticultura es una actividad importante desde el punto de vista económico, pero también desde el punto de vista social, pues constituye una opción de subsistencia y de mejora de calidad de vida para las familias del campo, ya que, además de darle un valor agregado a sus predios, les permite establecer restaurantes y zonas recreativas.